Caza

Las actividades cinegéticas tuvieron un peso importante en la zona, aunque históricamente su función ha ido modificándose. En los siglos XVIII y XIX hay noticias de la práctica de caza menor, conejos y perdices, y mayor, rebecos, corzos y venados, además de pesca de truchas. En el siglo XX hay referencias sobre todo al jabalí y al lobo. La regulación reciente de la caza tiene mucho que ver con la merma de algunas poblaciones, en especial las que han quedado al borde de la desaparición en la zona, como el urogallo o el oso.

Todo indica que en los últimos doscientos años la caza fue una actividad complementaria para las familias de la zona. Solo a finales del siglo XIX y ya en el XX adquirieron importancia las batidas organizadas para capturar presas como el rebeco o el urogallo. En la década de 1940 ya se dieron por desaparecidos el rebeco, el ciervo y el oso en esta zona. En los años 60 se crearon reservas de caza que pretendían, por un lado, controlar las poblaciones de fauna y regular la actividad de los cazadores y, por otro lado, fomentar un turismo cinegético, lo que llevó a limitar el acceso de la población local a la caza y la desaparición del modelo tradicional. En esos primeros momentos, la protección de las especies era, en realidad, secundaria ya que las amenazadas, como el urogallo, siguieron siendo cazadas hasta principios de los años 80 del siglo XX.

El lobo se ha considerado siempre una amenaza. Testimonio de la captura de este animal son las trampas de lobos, aún visibles en el paisaje, denominadas cousos o corrales de lobos. Se trata de construcciones de planta circular u ovalada, con muros perimetrales de mampostería de piedra que solían tener un alero hacia el interior. En el centro se ponía el cebo para el lobo, que no podía escapara por la inclinación del terreno en el interior del corral y el alero interior.

En la actualidad la situación ha cambiado y se han desarrollado regulaciones específicas. Las poblaciones de animales se encuentran controladas por profesionales y el número de trofeos que se pueden cazar se establece cada año, saliendo a subasta. Los ingresos procedentes de esta actividad revierten principalmente en los Ayuntamientos, lo que ayuda a su gestión y mantenimiento.