La producción de miel y cera tuvo una notable importancia en Candín, Ibias y Navia de Suarna en el pasado. Su venta proporcionaba recursos complementarios a muchas comunidades rurales ancaresas. Su importancia era tal, que el número de colmenas fue inventariado en el Catastro del Marqués de la Ensenada de esta comarca. Así, por ejemplo, para todo el concejo de Ibias se indica la existencia de 3.575 colmenas, lo que, según el censo de población aportado por el mismo texto, equivalía a una media de 6-7 colmenas por vecino. La existencia de colmenas está atestiguada entre los siglos XVIII y XX. Hay también referencias a la exportación de miel y cera en el Diccionario de Miñano (1826-1829).
Hoy se encuentran colmenares en zonas de fácil acceso y con modernas colmenas que permiten una mayor producción, incluso hay alguna planta envasadora y comercialización de miel local. Pero son los restos de instalaciones abandonadas los que permiten apreciar el peso que tuvo en el pasado la apicultura. Cortíos o cortiños o colmeales y talameiros son colmenares concebidos para proteger la producción de los osos. Los primeros son recintos ovales o circulares con muros de hasta 4 m de altura y con aleros hacia el exterior y una pequeña puerta. El talameiro, documentado dentro de la zona de estudio del proyecto IVGA en el valle del río Aviouga en Ibias, es una estructura cuadrada maciza de más de 2 m de altura, sobre la que se apoyaban tablones como soporte para las colmenas. Para la construcción de las colmenas se empleaban troncos vaciados (trobos) o corcho.
Solo se conservan restos de dos lagares de cera en Villasumil (Candín). En ellos, una vez se había extraído la miel, se derretía la cera de las colmenas, gracias a una prensa de viga con pesa, parecida a las de los lagares de vino. Hasta avanzado el siglo XX, los ancareses eran famosos por el comercio de esta cera; compraban la cera en bruto en diversos enclaves y en los lagares la depuraban y luego la vendían.