El terrazgo ha estado sobre todo dedicado al cultivo del cereal, del castaño y a la huerta y frutales. Normalmente ocupando pequeñas extensiones y con una propiedad fragmentada, la agricultura ha experimentado una mecanización adaptada a las condiciones topográficas y la superficie labrada ha ido progresivamente disminuyendo.
El cultivo del castaño es una de las actividades agrícolas más extendidas en el noroeste hispano desde su introducción bajo la dominación romana como especie cultivada. Documentos como el Catastro del Marqués de la Ensenada señalan la importancia de este árbol en la zona de estudio de IVGA. Los sotos de castaños (soutos) se extendían generalmente en laderas o próximos a los arroyos, sin una disposición regular de los pies. Resulta con frecuencia complicado reconstruir el sistema de propiedad, que actualmente se halla muy fragmentado, incluso caracterizado por la posesión de árboles aislados y la disociación de la propiedad del suelo y de las plantas. Es frecuente que los sotos estén en monte comunal y que cada castaño sea de un propietario, que marcaba los troncos. En el Catastro del Marqués de la Ensenada se señala que en Candín se pidió permiso al rey para limpiar monte comunal y plantar castaños.
La explotación de este árbol se ha resentido por estas circunstancias y por la difusión de enfermedades, la tinta y el chancro. Hoy, su cultivo es prácticamente residual, aunque los bosques de castaños han pasado a formar parte de un paisaje re-naturalizado y hay algunos ejemplares de enorme porte y centenarios, como El Cantín en Villasumil (Candín).
Del castaño se aprovechaban sus frutos, su madera y sus hojas. Las hojas se empleaban como cama para el ganado; las castañas se dirigían al consumo doméstico, incluyendo el cebo de los cerdos antes de la matanza, y la madera se empleaba en la construcción de viviendas, de vajilla y pipas.
Testimonios del procesado de las castañas son los restos de las corripas, corrizas u ouriceiroas. Se trata de unas pequeñas construcciones circulares, de aproximadamente 1 m de altura de y de 1,5 a 4 m de diámetro, en las que se acumulaban las erizos de los castaños, tapados con maleza, para favorecer la fermentación y conservación de los frutos. Hay tanto corripas aisladas como formando conjuntos en los soutos. Luego se secaban en las casas ahumándolas (en el caínzo) o en desvanes u hórreos.
Estas estructuras están en desuso desde que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, se fue abandonando la recogida de las castañas. Como son de escasa entidad y de construcción endeble, están desapareciendo con enorme rapidez. Subsiste, sin embargo, la tradición del magosto, fiesta con la que concluía la recolección de las castañas, en la que son típicos las castañas asadas y el vino nuevo.
Pese a esta especial significación del castaño en la comarca, la principal producción agrícola de estos territorios ha sido, como es lógico, el cereal, que se cultivaba principalmente en las tierras del valle y las laderas bajas y además, en las brañas conocidas como alzadas. Al centeno, típico cereal de altura, y al trigo se sumó el maíz, que ocupó sobre todo zonas del valle. Hay noticias en Candín de la sustitución del lino por el maíz en tierras bajas. Hay también referencia al cultivo del mijo como cereal de verano.
El paisaje agrario se completaba con huertas de carácter doméstico que proveerían de hortalizas, verduras, legumbres y frutas, incluyendo productos para la alimentación del ganado en los meses de invierno.