Analiza una serie de rasgos fonéticos y fonológicos que hacen que el judeoespañol difiera del español estándar, como la existencia de fricativas palatales, de /z/ o la oposición fonológica entre bilabial oclusiva y fricativa; defiende que la mayoría de esos rasgos, que habían sido explicados tradicionalmente como arcaísmos, son en realidad consecuencia del contacto de dialectos y de la disgregación de las redes sociales tras la expulsión de los judíos en 1492.