La topología del espacio político
Frente al tradicional énfasis en el tiempo y la cronología para el estudio filosófico de la política, existe una dimensión espacial en la misma que ha quedado velada o desatendida. Para rescatarla este proyecto asume una perspectiva topológica sobre la política, esto es, concede una particular atención al espacio y al lugar de las relaciones políticas. El enfoque topológico de la política permite reconocer las dimensiones normativas insertas en las formas históricas de territorialidad: los principios territoriales de justicia, las consecuencias de los sistemas jurisdiccionales en la articulación de los espacios políticos y su influencia en la identidad colectiva de sus actores. El espacio político no es un espacio puramente geográfico, sino un ámbito normativamente construido. La territorialidad, entendida como materialización del espacio político, tampoco es una mera concreción física o un dato, sino el vínculo entre espacio, historia y poder. Por ello, el proyecto no se limita a abordar filosóficamente las categorías espaciales de la política, pues ha sido la configuración histórica de éstas -es decir, las condiciones sociales y políticas de su institucionalización- la que les ha conferido un significado concreto en cada momento.
La teoría de la ciudad
La historia de las ideas políticas ha primado tradicionalmente los imperios, los estados y las naciones como objetos de estudio. Las ciudades han constituido, sin embargo, un eje histórico fundamental en la organización política del territorio en Europa y en América. Max Weber cifró en las condiciones materiales y en las relaciones internas de poder de las ciudades medievales las claves del tránsito occidental a la modernidad política y al capitalismo. Esa dimensión urbana se proyectó sobre el Nuevo Mundo. Desde la conquista y la colonización hasta las sublevaciones independentistas, la proclamación de las soberanías nacionales y los movimientos populistas del siglo XX, la condición urbana ha marcado el carácter político y territorial de las sociedades iberoamericanas. Asimismo, el Océano Atlántico ha sido definido como un espacio a través del cual se proyectó históricamente un imaginario político –el de la tradición republicana- que refleja un reconocible trasfondo urbano. Consiguientemente, este proyecto no sólo considera la ciudad como una configuración específica del espacio político, sino que la aborda también como objeto de la teorización política a lo largo de la historia.
El espacio global
La globalización puede entenderse como una dinámica de sincronización espacial que genera nuevas formas de complejidad social. Esta nueva complejidad se caracteriza, entre otros factores, por la multiplicación de los ejes de estructuración social y por una alteración de los espacios políticos tradicionales, en unos casos debido a las nuevas formas de acoplamiento entre territorio y poder y, en otros, por la desterritorialización de los procesos políticos. Todo ello ha puesto de manifiesto la erosión del Estado-nación como forma dominante de organización territorial y política. La dinámica del espacio global ha obligado a reconsiderar filosóficamente el elenco tradicional de las virtudes políticas. Las incertidumbres y oportunidades que se abren con ello para formas nuevas y creativas de cambio social son múltiples, pero en cualquier caso presuponen un análisis crítico de las referencias convencionales del espacio político y una reconsideración de los criterios normativos necesarios para gestionar sus nuevas configuraciones.